En una amplia cueva escondida del mundo, pero a la vez puesta ahí de una forma estratégica y con la intención de que nadie la encontrara sin que el primer descubridor dijera donde esta, se encontraba la guarida de una organización desconocida, que disfrutaba con el privilegio del anonimato, aunque esté no iba a durar mucho, ya que en la sangre de los individuos de esta sede se movía libremente las ganas de mancharse las manos con sangre ajena.
La guarida tenia una simplicidad extrema, habiendo en ella una puerta al fondo a la derecha, en una de las esquinas, camuflada por la oscuridad del lugar, y una mesa no muy larga con 9 sillas, encima de la mesa se encontraban 3 lamparas que hacían lo posible por iluminar el lugar, aunque fallaban en el intento.. Justo en la entrada de la cueva había un individuo con una capa negra con unas nubes rojas, tal individuo estaba serio, con una mirada fija al exterior de la cueva, una mirada que incluso el agua que rodeaba la entrada se estaba empezando a congelar; Este individuo era de una estatura media y una corpulencia del mismo grado, aunque se notaba que el entrenamiento intensivo guiaba su rutina. En este momento una ráfaga de aire se internó en la cueva provocando un intenso chirrido, y que la capa del individuo se moviera al son de tal ruido. Justo cuando cesó dicho viento el individuo se dijo a si mismo.
- Desde Hoy, el mundo conocerá a akatsuki.
Dijo en un tono extremadamente bajo, como si en verdad su intención habría sido pensar, pero por una fuerza divina, las palabras que pensaba se habían disparado por su boca.